9º Encuentro Usuarios RetroInformática (09/08/2025)
LUGAR

Centro Ciudadano Guajara
La Laguna
ENTRADA LIBRE
¡TE ESPERAMOS!
PROGRAMA
- 10:00h. Apertura.
- 12:00h. Talleres y exposiciones microordenadores clásicos.
- 14:00h. Descanso.
- 15:30h. Torneos de juegos retro.
- 20:00h. Cierre.
CRÓNICA
Crónica del Noveno Encuentro de RetroCanarias
Guajara, 9 de agosto de 2025: cuando los píxeles desafían al verano
1. Introducción: El verano en 8 bits
El 9 de agosto de 2025, el Centro Ciudadano de Guajara, en La Laguna, volvió a transformarse en un túnel del tiempo. Afuera, la ola de calor hacía que el aire ardiera sobre el asfalto; dentro, un puñado de irreductibles se reunía para celebrar el noveno encuentro de RetroCanarias, donde los ordenadores de 8 y 16 bits volvían a encenderse, como si nada hubiera pasado en los últimos cuarenta años.
El ambiente estaba cargado de nostalgia, pero también de nervios: ¿aguantarían los equipos tremenda calufa? Estos no son portátiles de usar y tirar; son auténticos titanes del silicio que han sobrevivido a mudanzas, trasteros húmedos y hasta algún que otro cable mal enchufado. No tienen “obsolescencia programada”, pero tampoco fueron diseñados para trabajar a 35 grados a la sombra.
Sin embargo, en cuanto los primeros televisores CRT y televisores planos comenzaron a parpadear y el zumbido grave de las fuentes de alimentación llenó la sala, todos comprendimos lo mismo: allí dentro el tiempo se había detenido. Los viejos ordenadores se resistían, orgullosos, a convertirse en piezas de museo estáticas. Eran, como siempre, máquinas vivas, listas para seguir regalando horas de juego, frustración y camaradería.
2. Los héroes de silicio: el despliegue de máquinas
El desfile de hardware comenzó temprano. Como en cada edición, los socios fueron desplegando sus tesoros sobre las mesas con una liturgia que rozaba lo ceremonial. Cada máquina ocupaba su espacio como un caballero en formación de batalla.
- Spectrum: incombustible, con sus teclas de goma o de plástico duro, los Plus 2 y Plus 3 seguían despertando sonrisas. Algunos llegaron tuneados con fuentes de alimentación caseras mucho más ligeras que los “ladrillos” originales.
- Amstrad CPC 6128: Miguel y Nivaria se convirtieron en protagonistas al llevar sus equipos y protagonizar una de las odiseas técnicas de la jornada: la instalación de una Gotek en sustitución de la legendaria disquetera de 3 pulgadas.
- MSX: máquinas de primera y segunda generación desfilaron, con especial mención al imponente Philips 8250, que presumía de compatibilidad con una Gotek perfectamente operativa.
- Commodore Amiga: los modelos 500 y 1200, con sus carcasas robustas y teclados amarillentos por el paso del tiempo, dieron buena muestra de que siguen siendo plataformas veneradas, perfectas tanto para la creatividad como para la diversión.
La sala, con su mezcla de cables cruzados, disquetes, pendrives modernos y mandos arcade, parecía un Frankenstein tecnológico. Y esa es, en realidad, la esencia del retro: no se trata solo de preservar, sino de mezclar, improvisar y hacer que viejas glorias sigan vivas en pleno siglo XXI.
3. El desafío del calor y la resiliencia retro
Si algo marcó este encuentro fue el calor. Los asistentes bromeaban: “esto no es un evento retro, es una prueba de estrés”. Hubo quien pensó que algún condensador estallaría como palomita de maíz. Sin embargo, los equipos aguantaron como campeones.
En cierto modo, fue una demostración silenciosa: aquellos ordenadores nacieron en una época en la que no existían los ciclos de vida planificados. No eran perfectos, pero estaban hechos para durar. Y en Guajara, bajo un verano infernal, lo demostraron con creces.
4. La odisea de la Gotek en el Amstrad CPC
Uno de los momentos estelares llegó con la operación quirúrgica que Miguel acometió sobre el Amstrad CPC 6128 de Nivaria. La misión: sustituir la antigua disquetera por una Gotek, ese dispositivo moderno que permite cargar imágenes de discos desde un pendrive USB.
El proceso comenzó bien: carcasa desmontada, tornillería fuera, cables reubicados… Pero como dicta la ley no escrita de la retroinformática, si algo puede salir mal, saldrá mal. Al encender el Amstrad, la máquina revivió tras casi una década en silencio. Sonido perfecto, imagen nítida gracias a un cable RGB de última generación, pero… la pantalla de la Gotek permanecía obstinadamente en negro.
El pendrive respondía, los juegos llegaban a cargar, pero el display OLED de la unidad estaba muerto. Una victoria amarga: dulce por comprobar que el equipo funcionaba, agria porque navegar a ciegas en la Gotek es casi como jugar a un juego de rol sin manual. La conclusión fue clara: habría que sustituir la pantalla en otro momento. Pero el sabor de la gesta quedó, como esas batallas que se pierden y se ganan al mismo tiempo.
5. El MSX y la factoría Konami
Para compensar el desencanto, Nivaria conectó su MSX2 Philips NMS 8250, un tanque de sobremesa que parecía recién salido de una fábrica de Eindhoven. A diferencia del Amstrad, aquí la Gotek sí funcionaba como debía, y los asistentes pudieron sumergirse en clásicos de Konami: Konami Soccer, Hyper Sports, Penguin Adventure, y su juego fetiche, Ping Pong.
La guinda la pusieron los joysticks ArcadeR, modernos pero con alma ochentera, que transformaron las partidas en auténticas competiciones olímpicas. Los gritos, risas y piques amistosos llenaban la sala, recordándonos que al final la esencia de todo esto es compartir el juego, no la perfección técnica.
6. Amiga 1200: velocidad y taquicardias
El Amiga 1200 fue otro de los grandes protagonistas. Con su Gotek integrada y su biblioteca de títulos, regaló algunos de los momentos más intensos del día. El Arcade Pool desencadenó torneos improvisados que enfrentaron a Wurgado y Nivaria en partidas tan intensas que el primero llegó a bromear con que el juego le estaba provocando taquicardias.
Después llegó el turno de Speedball 2, esa mezcla delirante de deporte futurista y violencia pixelada. Aquí Nivaria recordó con humor a su contrincante: “las reglas son que no hay reglas”. Y en ese caos, el Amiga volvió a demostrar por qué sigue siendo considerado una de las joyas más brillantes de la informática doméstica.
7. El ingeniero de batalla: reparaciones en directo
No todo fue juego. Namekop, el ingeniero y reparador oficial del grupo, se pasó buena parte de la jornada revisando equipos que necesitaban mimos técnicos. Entre ellos, un Spectrum Plus 2 que recibió cuidados de urgencia. Verlo trabajar era casi un espectáculo paralelo: destornilladores, soldaduras, pruebas, reinicios… El público seguía sus maniobras como si fueran las de un médico operando a corazón abierto.
En cada reparación había algo de liturgia: se rescataban piezas de museo que, de otro modo, quizá no habrían vuelto a encenderse nunca. Y cada pitido de arranque era recibido con aplausos como si se tratara de un gol en el último minuto.
8. Torneos, piques y bromas: la comunidad en estado puro
El verdadero corazón de estos encuentros no está solo en las máquinas, sino en las personas. A lo largo de la jornada se sucedieron torneos improvisados, partidas épicas y piques que terminaron en carcajadas.
Los comentarios sarcásticos, las bromas sobre bugs imposibles y los inevitables mosqueos momentáneos formaban parte del guión. Lo importante no era ganar, sino disfrutar de esa competitividad sana que solo los videojuegos retro saben despertar: ese punto intermedio entre la frustración y la alegría que convierte cada partida en una anécdota que se contará años después.
9. La pausa gastronómica
Alrededor de las dos de la tarde, el grupo decidió darle un respiro a las máquinas y a los condensadores. El calor pedía tregua, y los cuerpos también. La caravana de retrofanáticos cruzó la calle hasta el Centro Comercial Alcampo, donde se refugiaron en un restaurante italiano.
Pizza, pasta y combinados hicieron de combustible perfecto para seguir la jornada. Entre bocado y bocado, las conversaciones giraban en torno a recuerdos de infancia, comparativas técnicas imposibles y planes para futuros proyectos. Aquella comida no era solo un descanso: era parte integral de la experiencia, un recordatorio de que la retroinformática es tanto comunidad como tecnología.
10. El cierre: promesas de futuro
La jornada concluyó hacia las ocho de la tarde. El cansancio se mezclaba con la satisfacción. Las máquinas eran desconectadas, los cables enrollados, las cajas cerradas. Pero en el aire flotaba una certeza compartida: aquello no era un final, sino un punto y seguido.
Con la promesa de reencontrarse en septiembre, los asistentes se despidieron con la frase que ya es casi un lema: “ya queda menos para la siguiente”. Porque, al final, lo que mueve a RetroCanarias no es solo la nostalgia ni la tecnología, sino el deseo de volver a compartir, una y otra vez, ese viaje colectivo hacia el pasado que siempre termina iluminando el presente.
11. Epílogo: cuando los píxeles vencen al tiempo
El noveno encuentro de RetroCanarias quedará en la memoria como el más caluroso, sí, pero también como una demostración de resistencia. Resistieron los equipos, resistieron los jugadores y resistió la pasión que da sentido a todo esto.
Mientras afuera el verano rugía, dentro del centro ciudadano los píxeles brillaban con la misma intensidad que hace cuarenta años. Y en cada pitido de arranque, en cada pantalla azul, en cada partida reñida, estaba la prueba de que lo retro no es un refugio en el pasado, sino una celebración del presente.
Porque mientras haya quien se emocione al ver cargar un juego en cinta, mientras existan reuniones como esta, los viejos ordenadores nunca dejarán de vivir.
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